jueves, 14 de junio de 2018

Pobres necesarios

He trabajado 10 años de maestro (6 de ellos, director) en una zona de dificultades económicas (y sociales -que suelen ser como la anchoa y el queso fresco en un "montaíto": inseparables-). En estos 10 años llegué a una conclusión casi sin buscarla: los pobres son necesarios.

Todo empezó cuando llegué en 2007 y me dieron 2°curso (25 críos de 7 años). Como entenderéis, en una muestra semejante, te encuentras de todo: inteligentísimos, de ritmo de aprendizaje lento, impulsivos, reflexivos... Eso sí, todos compartían, sin embargo, una misma raíz: un primer curso de primaria caótico.

Ese año anterior estuvo lleno de problemas no atajados (y que no vienen a cuento). ¿Resultado? Niños llegados en septiembre con bajísimo nivel en las materias instrumentales y casi ninguna norma, además de unas familias (posiblemente con mucha razón) que me esperaban con las uñas afiladas.

¿Cómo empezar a enseñar a leer, a contar, a calcular, a escribir... a niños bloqueados emocionalmente? ¿Como pedir confianza en mí a familias desencantadas? En la exigencia vi la clave...

 Y ellos empezaron a responder multiplicando por mil mis sentimientos hacia ellos. Y sobre todo, empezaron a ser felices. A normalizar su conducta en el cole. A aprender y volverse más competentes. Simplemente con rutina diaria y trabajando las emociones en el aula.

Y ahí descubrí unos talentos ocultos impresionantes. Niños con potencial enorme para ser exitosos académicamente; capaces de brillar en cualquier 2° de primaria de cualquier cole de alto nivel del barrio más selecto de Sevilla (se da el caso que en 2° los aprendizajes dependen más del aula que del estudio en casa).

Por circunstancias, seguí como tutor con ellos 5 años más (hasta que marcharon a la ESO). El último año, en 6° curso, empezaron a hacerse realidad mis miedos. En el barrio que nos rodeaba y que cobijaba a nuestras familias, el exitoso académicamente tenía dificultades para serlo socialmente también.

El barrio se tragaba algunas potencialidades. Los cantos de sirena de la pista de futbito, de las tardes en el banco del parque, esa necesidad de pertenencia al grupo (tan importante para el desarrollo personal en esa preadolescencia), de sentirse integrado, de ser parte de... Todo eso vencía en demasiados casos a ese potencial futuro brillante, de manera que lo posible y lo real pocas veces iban de la mano, siendo esta realidad final mucho menos colorida y prometedora de lo sospechado en mi útopica ilusión de maestro (que espero nunca perder).
 
Por tanto, niños muy buenos académicamente, nacidos en contextos dificultosos, pocas veces traspasaron, traspasan o traspasarán la barrera de lo social y seguirán, de mayores, formando y perpetuando esa impermeabilidad social que tanto interesa: el pobre, pobre; el medio, medio; el rico, rico. Todo ordenadito. Mucho mejor. Y no es por falta de capacidad del niño, sino por falta de oportunidades, de andamios sociales, de estructuras que lo sujeten para que no caiga en esas llamadas de lo efímero y gratificante, de buenos pilares que les faciliten apartar todo eso en pos del trabajo, el esfuerzo y la recompensa futura.

Y no. Tampoco son los padres el problema. ¿Qué padre/madre no quiere q su hijo estudie y se prepare? El problema es que esos padres, en muchos casos, y porque conviene que así sea, no saben hacerlo mejor de lo que lo hacen y escogen estrategias erróneas de educación para con sus chiquillos.

 Y nos encontramos así ante el entramado perfecto. Siempre habrá pobres que puedan ser pisoteados por ricos para que estos lleguen más alto, poque ellos (que tienen la llave) se encargarán de que los hijos de los pobres sean también pobres, asegurando así que sus hijos también tengan donde pisar. Un entramado tan bien hilado que los avariciosos, confeccionando ayudas, subvenciones y otras migajas varias (limosnas), son capaces de contentar a esta gente necesitada, llegándolos a hacer sentir tan afortunados como agradecidos, en una relación de dominio y poder perfecta, ya que difícilmente morderan la mano que les da de comer.

 ¿Solución? La escuela pública de calidad. La formación permanente de familia. Concepto de escuela como punto de transformación social del barrio en el que se inserta, como punto cultural y formativo permanente. Y sobre todo, el más dificil todavía: desligar el poder económico de las leyes educativas.

Besos a todos