miércoles, 16 de marzo de 2011

Yo quiero, pero no sé cómo hacerlo.

¿Qué pensarías de un médico que operara a tu hijo a la antigua usanza? ¿Qué pensarías si en lugar de usar laparoscopia para una operación de abdomen te operan abriéndote en canal porque así es "como se ha hecho toda la vida"? ¿Qué pensarías de un médico que no se actualiza? ¿Y si en lugar de médicos, hablamos de maestros?


Ese es el talón de Aquiles de los maestros, de la docencia, en general: su reciclaje.

En cualquier especialidad o campo profesional existen multitud de investigaciones que llegan a buen término y descubren, demuestran, mejoran, perfeccionan, crean, etc. nuevos métodos de trabajo. Abre nuevas posibilidades y nuevos caminos que son mejores que los anteriores. Pero en educación no. Porque estos nuevos caminos, aunque me demuestren otros compañeros que son mejores, nos crean inseguridad profesional. Y atacan directamente a nuestra autoestima profesional. Porque nos demuestran que no somos los mejores maestros del mundo. Y además de sacarnos los colores, por si fuera poco, nos exigen más que los antiguos. Nos exigen alerta, predisposición para aprender, valentía; nos exigen esfuerzo.


Y por eso, volvemos a los caminos conocidos. Y seguimos con la tiza y la pizarra, igual que 30 años atrás. Y enseñamos igual a niños que vivirán, que sentirán, que morirán, en sociedades muy diferentes a las de hace una, dos o tres décadas. Los trabajadores, por ejemplo, con 30 años trabajando para una misma empresa son sin duda, una especie en extinción. Incluso, dicen los que creen saber de esto, que aún no se han inventado más del 50% de las profesiones que desempeñarán mañana nuestros niños de hoy.


Y ante esto, ¿qué papel nos toca a los maestros? No podemos seguir igual. No podemos seguir enseñando igual. Pero el problema, el siguiente razonamiento es: ¿Y cómo cambiar?


La formación continua, el reciclaje formativo del profesorado, no puede quedar sustentado en el voluntarismo individual del docente. Ni puede, ni debe. La docencia necesita una reforma importante, que traspase el qué y vaya directa al cómo. Los maestros necesitamos también que nos enseñen a enseñar. Que nos muestren buenas prácticas, otras formas de hacer mejores que las nuestras. No que nos digan que existen, no. Que nos las muestren. 


En algunos países que nos llevan años de ventaja, los docentes dedican, cada poco años, uno directamente a formarse. Sin niños. Sus horas semanales durante un curso académico entero la dedican a mejorar sus prácticas, a estudiar, a ser mejores de lo que son. 

Si la Administración sigue tan alejada de la escuela, la escuela seguirá aún más alejada de la sociedad. Y la brecha entre ambas se abrirá. Hay mucho camino, demasiado, desde la pizarra y la tiza hasta la play tres o la wii. Desde el esfuerzo hasta el pelotazo. Desde el cole hasta el barrio. Y lo que es peor, desde una parte del Claustro hasta la otra.


¿Y qué decir de la formación inicial?
¿Y qué decir de lo que se aprende 
en la Escuela de Magisterio?
Miércoles 16 de marzo de 2011