miércoles, 22 de julio de 2009

Faltan huevos

¿Cuando llegará el día en que la este Estado laico, aconfesional, dé realmente el paso definitivo? ¿Cuándo dejará el Estado de tener que doblar las rodillas ante la "Santa" "Madre" Iglesia? ¿Cuándo?

¿Por qué la Escuela Pública permite adoctrinar a niños y niñas en su horario? Aunque no me parece ni bien, ni correcto, ni conveniente, ni necesario, ni nada que se le aproxime, reconozco, no podría ser de otra forma, que cada familia tiene el derecho de dar a su descendencia la educación religiosa que estime oportuna. Pero ¿por qué ocupando espacio en la Escuela Pública, donde deberían formarse individuos libres y respetuosos para con todos?

Sería, en mi opinión más importante, que en la escuela ocupásemos esta hora, por ejemplo, en dar a los niños y niñas un bagaje cultural religioso, en el que todos aprendamos algo sobre las religiones más importantes, su historia, su nacimientos, sus códigos, su importancia en el desarrollo o freno para la actual sociedad, etc. Pero adoctrinar no. Eso por la tarde y subvencionado por la iglesia, o por las familias, pero no por el estado.

Lo que te decía... que faltan huevos.

Miércoles 22 de julio de 2009

viernes, 3 de julio de 2009

Niños clientes

Dar no es querer, ni amar. Y amar, o querer, no es dar. Es más, me atrevería a decir que dando no queremos ni más ni menos, no amamos ni más ni menos, simplemente damos. Pero esto, aunque individualemente lo tenemos claro, dentro de esta tumultuosa sociedad no lo está tanto, porque subyace en el ambiente que si damos, queremos, amamos.

Y así, nuestros padres de hoy intentan dar a sus hijos para que estos vean, sientan, que son queridos. Confunden necesidades con caprichos. Bueno, no los confunden, si no que son engañados. La sociedad del marketing en la que vivimos ha centrado, desde hace mucho tiempo, sus ojos en el niño y lo ha convertido en un niño cliente. Desde este prisma los caprichos pasan a ser necesidades de la noche a la mañana sin que nadie ponga el grito en el cielo, sin que nadie se autopregunte, sin que nadie piense. Estamos demasiado inmersos en el problema como para pensar y simplemente nos dejamos llevar. Damos y damos porque así crecerán felices nuestros hijos, porque los padres estamos para satisfacer sus necesidades y no para permitir que nuestros infantes crezcan con tristeza o algún que otro trauma.

Y así, se nos lleva hasta la idea de que lo más bonito y maravilloso del mundo es la sonrisa de un niño. Y que cualquier otros sentimiento en principio contradictorio (desilusión, tristeza, enfado, miedo, decepción, etc.) no hace más que entorpecer su crecimiento, que poner trabas en el camino de la felicidad.

Y con este plan de actuación, criaremos hijos que solo reconocerán la felicidad como sentimiento valido y posible, que no sabrán manejarse en la furia o en la tristeza, o en el enfado o en la desilusión, reconociendo estos últimos como sentimientos extraños, sentimientos ocupas de su corazón. Criaremos hijos que entenderán que sus necesidades deben ser satisfechas de inmediatao y que el esfuerzo por conseguir algo se resume a pedirlo y, a lo sumo, a ponerse un poco impertinente.

Un niño debe crecer en un ambiente sano y feliz, evidentemente, en el que poder desarrollar toda su potencialidad; pero esto no quita que yo como padre deba saber dotarlo de un bagaje emocional suficiente que le permita sacar todo su partido a la vida. Que no es poco.
Reflexiones tras leer
"Mal de escuela"
Pennac, Daniel.
Viernes, 03 de julio de 2009