lunes, 24 de mayo de 2010

Historia de un cinco por ciento cualquiera

Año 2002. C/ Mar Jónico nº3, 4ºD. Allí los días pasaban como en un teatro escolar. Todos con el mismo decorado. La soledad física y mental del estudiante opositor. De lunes a viernes, de 08.30h a 14.00h y de 16.00h a 21.00h. Todo era igualmente rutinario, rutinariamente fotográfico, fotográficamente impasible, impasiblemente permanente, permanentemente igual. Todo se resumía a lo mismo, a lo único quizás. Estudio e incertidumbre. Incertidumbre y estudio. Mientras tanto, miles de niñatos sin inversión vital alguna llegaban cada lunes a la obra de turno, echaban las horas correspondiente y cobraban nóminas astrales para la ausente formación y titulación demostrada o conseguida. Bancos otorgando hipotecas sin avales, aprovechando cual hienas la inercia de la cuesta abajo inmobiliaria. Bancos prestando aún sabiendo que la economía y los ciclos son como la palometa y el queso fresco, algo inseparable.
Año 2010. Siete años después. Disfruto privilegiadamente de aquello que gané con mis horas interminables en la biblioteca. Disfruto de mi estabilidad laboral sudada y ganada. Disfruto de una buena nómina que sé imposible de mejorar pero que satisface todas mis necesidades. Nunca fueron ni muchas, ni caras, ni innecesarias. Ahora los niñatos engordan las cifras del paro. No tienen ni estudios, ni cualificación laboral ni oficio. No tienen nada. Y si me apuras, algunos ni ganas de currar. Otros, al menos, engordan y llenas las aulas de la ESA (Educación Secundaria de Adultos) en busca de una segunda oportunidad tras haber dilapidado la primera. Al menos, los hay que tienen la suerte de estar bien aconsejados. Y los Bancos, malditos banqueros avariciosos, pidiendo ayuda al gobierno (= ciudadanos). Pidiendo limosna para salvaguardar unos beneficios multimillonarios. Comiéndose con papas los bienes inmuebles de aquellos que compraron (o quizas le vendieron) castillos en el aire.

Y ahora, yo, con mi 5% tengo que ayudar a quienes han creado esto. Tengo que dar dinero a los bancos para que, cuando las vacas vuelvan a venir gordas, vuelvan a tener especias con las que especular sabiendo que si un día meten la polla en el arroz siempre habrá funcionarios solidarios que con su 5% corran con las consecuencias de los actos que ellos acometieron. Ya me gustaría a mí, que cuando vengan los buenos tiempos, alguien se acuerde de los que un día tras otro convertimos nuestra vida en monotonía, en rutina, invirtiendo años de juventud en pos de un mejor mañana. Ya me gustaría ya...

Y aunque no te lo creas, el problema no es el dinero. Seguiré viviendo igual de bien o de mal, según se mire. El problema es la sensación de culpable, de tonto de ser señalados como causantes de algo que ni por asomo hemos creado aquellos que lo único que hicimos en su tiempo fue creer en el esfuerzo y no ser partícipes de la operación pelotazo.

Si esto sirviera para algo...
Lunes, 24 de mayo de 2010