sábado, 26 de mayo de 2012

Comparaciones odiosas

Establezcamos diferencias:

  • Cuando yo era chico mi madre (y como ella la inmensa mayoría de las madres) pudo educarme. Dedicó su vida en cuerpo y alma a educar a sus hijos. A darles valores. A otorgarles seguridad y cariño. A ponerles límites. A "tomarles" la lección. Mi madre no tuvo que darme llaves de casa hasta que tuve madurez suficiente para tenerlas. Y yo, nunca me sentí desatendido.
  • Cuando yo era chico mi "seño" era "amiga" de mamá. Si yo me portaba mal en el colegio mi madre no se creía mis mentiras que sonaban a excusa barata. Ella sabía que, yo como buen niño, mentiría para salvar mi pellejo.
  • Cuando yo era chico mi "seño" era respetada por sus alumnos. Lo era porque tenía dos autoridades muy claramente definidas: la autoridad social, porque ser "seño" estaba bien visto por la sociedad en aquellos entonces; y la autoridad del saber, porque mi seño era mi principal fuente de conocimientos.
  • Cuando yo era chico en mi clase no había inmigrantes (y yo no me enriquecía de su cultura); ni había discapacitados (estaban apartados de la sociedad; incluso había familias que se avergonzaban y no los sacaban ni a la calle), ni gitanos (ellos ni siquiera estaban escolarizados).
  • Cuando yo era chico en los coles estábamos entre el 80% y el 85% de la población infantil escolarizada. El resto no era fracaso escolar, porque ni siquiera iba a la escuela para entrar en cualquier tipo de encuestas.
  • Cuando yo era chico mi seño seguía el método sígame el que pueda. Y los que no podían se dejaban detrás, al fondo. Eran casi mueblecitos. Algunas veces metían la pata, pero eran reprendidos por su familia, en la mayoría de las ocasiones.
  • Cuando yo era chico, en mi cole todo se basaba en el aprendizaje memorístico. Tuve que memorizar capitales de todos los continentes, tablas periódicas de química, lista de reyes, poemas enteros... (¡¡no me preguntes nada de esto que ya lo olvidé todo!!).
  • Cuando yo era chico mis juguetes se resumían a coches, estampas, trompo, lima y un balón. Para divertirme de verdad necesitaba amigos.
  • Cuando yo era chico el esfuerzo tenía recompensa en la sociedad. Y y me esforzaba para ser alguien. Lo superfluo aún no tenía tanta prensa. 
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  • Ahora que soy grande, y maestro, mis alumnos son conocidos como niños-llavero. Tienen llaves de casa desde los 7 u 8 años porque la situación exige que su madre trabaje. A veces, los abuelos pueden hacerse cargo de ellos. Otras, las actividades extraescolares. Muchos de sus padres llegan tan cansados a casa que no tienen ganas de mirarle los deberes, ayudarlos a hacer la maleta o entretenerse a jugar con ellos un rato. Y eso, el que vive con sus padres. Que más del 70% de mi alumnado es de padres separados.
  • Ahora que soy grande, y maestro, mis alumnos saben que sus padres lo defienden a capa y espada porque "sus hijos nunca le han mentido". Tengo que lidiar casi diariamente con padres que vienen al despacho de director a intentar ponerme sobre la mesa las reglas del juego. Ellos saben mejor que los maestros cómo debería organizarse cualquier actividad.
  • Ahora que soy grande, y maestro, mis alumnos saben que mi autoridad está cogida con alfileres. Ya no tengo autoridad social, porque ser maestro es sinónimo de vago y vividor. Tampoco tengo autoridad del saber, porque youtube, google y la wikipedia, por ejemplo, me la han quitado. 
  • Ahora que soy grande, y maestro, mis alumnos son de países muy diferentes (tengo chinos, bolivianas, ecuatorianas, rumanas, portugueses, subsaharianas, marroquíes...) y de etnias diferentes. A veces, muchas veces, nos llegan a mediados de curso desconociendo el idioma.
  • Ahora que soy grande, y maestro, las escuelas rozan el 100% de población infantil escolarizada. Todos entran en el saco de la estadística.
  • Ahora que soy grande, y maestro, mis alumnos son todos los niños que tengo en clase. No solo soy maestro del que puede o del que quiere, también del que no quiere. Y adapto mi enseñanza (o lo intento) a tantos niveles como tengo en el aula. Para que todos avancen con respecto a sí mismo.
  • Ahora que soy grande, y maestro, mis alumnos aprenden a convivir en el aula, con actividades preparadas para ello. Y aprenden a saber hacer cosas. El aprendizaje memorístico, los vómitos de lecciones que después se olvidaban, han desaparecido (o al menos no tienen un papel predominante).
  • Ahora que soy grande, y maestro, mis alumnos juegan online, en 3D y con gráficos que superan la realidad. Y yo, tengo que intentar convencerlos para que no escuchen los cantos de sirena de su PSP y dediquen un rato a estudiar "para el día de mañana".
  • Ahora que soy grande, y maestro, mis alumnos son acribillados con Belenes Esteban y Ronaldos... personajes de éxito en nuestra sociedad. Ambos encarnan, por supuesto, el valor del esfuerzo, de sembrar y recoger.
Si la escuela debe formar niños para que sean adultos y convivan en una sociedad, deberemos tener muy presente que la sociedad ha cambiado tanto que la escuela de los 80 provocaría aún, mucho más fracaso que la actual, sin duda. 


Dedicado a todos aquellos 
que repiten aquella frase de: 
"cuando yo era chico eramos 40 en clase 
y no pasaba ná"...
Infórmate antes de hablar.
Sábado 26 de mayo de 2012.

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