jueves, 10 de enero de 2008

Hijos e hijas sin manual de instrucciones (IV). Hablemos de los castigos (parte 2)

¿Qué tener en cuenta para aumentar la eficacia de un castigo? Por ejemplo:

  1. Nunca amenazaremos con un castigo que sabemos a ciencia cierta que no vamos a cumplir (muchas veces porque ni aunque quisiéramos podríamos aplicarlo). En esta bendita tierra, cuna de la exageración entre otras virtudes, somos muy dados a esto. Como no te comas las lentejas te vas a pegar sin ver la calle hasta que cumplas los 18. Eso te lo juro yo como Pepe que me llamo... O haces los deberes o te quedas sin Reyes... ¿te suena?.
  2. Aplicar hasta el final el castigo una vez impuesto. Y esto aunque el niño o niña patalee, llore, grite, se enfade, de la lata, etc. No te preocupes que no crecerá con un trauma por cumplir sus castigos, siempre que estos cumplan el requisito del siguiente punto.
  3. Debe ser proporcionado al mal comportamiento. Aquí el sentido común, la coherencia entre padre, madre, abuelos, abuelas, maestro o maestra, etc., se antoja muy importante.
  4. Aplicar el castigo inmediatamente después del mal comportamiento. El castigo pierde eficacia si se refiere a acciones pasadas. Más aún cuanto menor sea el niño o niña.
  5. Castigo corto e intenso. Siempre entendido esto desde el prisma del sentido común al que tanto apelamos. El castigo pierde su eficacia si el castigado se acostumbra a la situación de castigo.
  6. El castigo debe ser castigo ante los ojos del niño o niña, no solo ante los ojos del adulto. Un niño no puede ser castigado en su cuarto, porque allí es donde están todos sus juguetes. Eso es casi un premio. Por ello las expulsiones del colegio no tienen ninguna eficacia, porque si los mandamos a casa acaban jugando a la Play o en los recreativos del barrio. Para castigos, las tareas comunitarias que ayudan a colectivos sociales necesitados, por ejemplo.
  7. El niño debe tener claro por qué se le castiga y en qué consiste el castigo. Explicarle a un niño por qué lo castigamos no es mano blanda; es aclararle al niño qué ha hecho mal y por qué merece el castigo. Muchas veces nos asombraremos de cómo los niños se autoimponen castigos más duros que los que tendríamos pensados e incluso como lo acatan.
Hay más claves, claro que sí, pero si ponemos en marcha las aquí recogidas, seguro que mejoraremos nuestra relación con los menores y les mostraremos que sus actos tienen consecuencias y que, como responsables, tienen que acarrear con ellas. Esto es lo que le exigirá la sociedad cuando sea adulto.

"Niños pequeños:problemas pequeños.
Niños mayores:problemas mayores"
D. Emilio Calatayud
(Juez de menores de Granada)
10 de enero de 2008

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