jueves, 13 de diciembre de 2007

Hijos e hijas sin manual de instrucciónes ( II ). Conflicto y límites: imprescindibles.

Antes de tomar la autovía paramos en una gran tienda de deportes para comprar una cometa. Era roja, grande y chula.

- Ya verás lo bien que lo vamos a pasar volando nuestra gran cometa roja- le dije flipando a mi padre después de que pagara en caja.

- Sí que es verdad -me respondió rascándome la cabeza como si me picara-; pero antes tenemos que buscarle un nombre, para que nadie pueda decir que tiene una cometa igual que la nuestra, aunque la haya comprado en la misma tienda.

A mi la idea me pareció estupenda, así que me puse a pensar en un nombre chulo para mi cometa chula. Y pensando en nombres chulos para mi cometa chula se me pasó el camino en un plis - plas y antes de darme cuenta llegamos a la playa. Cuando descargamos el coche y plantamos nuestro fuerte en la arena era aún temprano y la playa estaba casi desierta. Mi padre sacó la cometa de su caja y corrimos a volar nuestra cometa. Qué raro, pensé, se le debe haber olvidado lo del nombre. Me callé, porque no se me había ocurrido nada que me gustara y fui corriendo tras él para volar mi gran cometa roja. Lo intentamos varias veces, pero no podíamos. Hacía demasiado viento y nuestra cometa no volaba. Incluso estuvo a punto de partirse, así que lo dimos por imposible y fuimos a dar un paseo antes de pegarnos un gran chapuzón.

Por la tarde, después de comer, cuando parecía que el viento empezaba a irse, estuvimos probando de nuevo nuestra gran cometa roja. El viento estaba suave, casi calmado. Era estupendo, era justo lo que necesitábamos para volar nuestra cometa roja y chula. Cogí los mandos, solté hilo y corrí para levantarla, pero no me salía. Mi padre me dijo que mi problema era que soltaba muy poco hilo y la cometa no tomaba la altura necesaria para volar y mostrarse esplendorosa, como ella era. Entonces me la pidió y se puso manos a la obra. Para no caer en el mismo error que yo soltó todo el hilo posible y la cometa, aunque voló unos instantes, pronto cayó al suelo como derrotada, cansada... Entonces apareció aquel extraño, con sombrero gris, barba blanca, gafas oscuras y camisa abierta. Con mirada callada, serio, con la firmeza de los extraños de barba blanca, le quitó los mandos suavemente de las manos a mi padre. Volvió a recoger todo el hilo en la empuñadura y empezó a soltarlo y recogerlo, alternativamente, según le pedía el viento, el momento, el vuelo... Mi padre y yo no sabíamos si mirar al extraño, la cometa o sus manos para intentar aprender esos expertos movimientos. Cuando el hombre marchó, el viento desapareció con él y ya, aquel día, no pudimos volver a intentar volar nuestra gran cometa roja y chula.

- Ya sé porque no hemos podido volarla, papá.

- ¿Por qué?

- "Po mu fácil", porque no le hemos puesto nombre.


Pues sí. Volar una cometa puede parecerse a educar a nuestros menores. Si sustituimos viento por conflicto podemos apreciar la necesidad y conveniencia del conflicto en educación. Mis intereses como padre/madre no siempre serán los mismos que los de mis hijos. Ellos constantemente nos pondrán a prueba, probarán nuestra paciencia, nuestros límites e intentarán descubrir qué necesitan para hacernos estallar, qué pueden hacer y qué no, hasta dónde pueden llegar. Así el conflicto, como el viento, será un elemento imprescindible, aunque en su justa medida. Demasiado conflicto creará un ambiente de tensión gratuito y nada propicio. Sin conflicto mi hijo deambulará felizmente por su infancia, sin agobios, sin problemas, sin penas... sin siembras, sin riegos, sin recogidas.

Pero no solo influye el viento. La longitud de hilo también marca el éxito en el vuelo de la cometa. Longitud entendida en clave educativa como los límites marcados por los padres en la educación de los hijos. Unos límites que deberán ser razonados y coherentes, ya que imponiendo autoritariamente límites inexplicables y excesivos coartaremos al menor impidiéndole que se muestre esplendoroso, que exprima todas sus cualidades, que vuele cual cometa roja, grande y chula. Por el contrario, con demasiado hilo, sin límites, invitaríamos a nuestro hijo a la "burbuja de la felicidad" tan bonita y apacible como frágil. Sería como comprarle todas las papeletas para el sorteo de un viaje al país de la delincuencia. Lugar donde no se respetan los límites... (si nunca los he tenido, quién eres tú para decirme qué puedo y qué no puedo hacer). Felicidad superficial y aparente en la infancia. Apariencia peligrosa. Peligrosa apariencia. Libertad frente a libertinaje. Se trata, para cerrar el tema, no solo de poner límites coherentes y razonables, incluso "negociados" (¡qué peligro tiene esto!), sino de hacer todo lo posible porque estos se cumplan para demostrar a nuestros menores, segundo punto importante de estas "instrucciones para padres", que nuestros actos traen consecuencias.


¡Vaya si "me colao"!
"Que un niño es una cometa,
que hay que aguantarle el hilo".

13 de diciembre de 2007


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